LA GUACA -Parte II-


Qué pena con vos no haberte ofrecido nada mi querida, ¿te tomás un tintico, una aromática, un juguito de mora? ¿Con azúcar? Listo mija, ya te traigo pues la agüita de apio, le puse dos de azúcar, ¿así está bien? ¿En qué iba? Ah sí, el maldingo espanto.

Resulta mija que al otro día me fui a comprar lo del diario a la tienda de la esquina, porque hasta tienda en la esquina tenía esa casa, tienda de la esquina donde me fiaban, porque vos sabés que uno con el marido jubilado tiene que conseguir quién le fíe porque esas pensiones llegan muy corticas y generalmente las tiene uno ya comprometidas para pagar un club en Flamingo o para un arreglo del carro. Cuando estaba pues preguntando por una cebolla roja y quitándole toda la tierra para que no me pesara más de la cuenta, entra una señora a la tienda y yo por casualidad me doy cuenta que ella pide lo mismo que yo estoy llevando, tomate, cebolla, plátano, arroz, frijoles, y me da por ponerle conversa y le digo que si en la casa de ella también hacían frijoles los martes, y no los sábados como en casi todas partes, y ellas que sí, que en la casa de ella se hacían también los martes y que que risa y que que tan querida que cuando vas a venir a tomarte un tinto a mi casa. Y voy yo diciendo MI CASA y a ésta que se le descompensa esa cara como si se hubiera comido una cucharada de bicarbonato. No mija, mejor vamos para mi casa, me respondió, ya tragándose del todo lo que sea que le haya hecho poner esa cara tan horrible, que me da pena yo tan conchuda, y yo que no que tranquila, y ella que no, no, gracias, que vení y hacemos el almuerzo juntas mientras vemos padres e hijos. Y yo que listo pues mi querida, como vos querás. Cómo es que en el almuerzo, hablando de esto y de lo otro, ésta me cuenta que dizque a ella le daba miedo la casa mía porque allá se había muerto una muchacha hacía rato y una vez un taxista fue dizque a llevarle una chaqueta que se le había quedado a la muchacha en el carro de él la noche anterior. Y era que la mamá de ella miraba al taxista como diciendo éste malparido, y el taxista serio, y la mamá por fin le creyó y se puso a llorar mientras le decía que la hija de ella se había muerto hacía rato. Que la viejita y el viejito eran los que nos habían alquilado la casa y que ese espanto estaba porai cerquita. Después seguimos hablando de los viejitos que dizque tenían mucha plata, pero desde que se murió la muchacha, no habían vuelto a gastar ni un peso, que parecía como si la pelada se hubiera llevado la fortuna de ese par. Como a la una y media, mas bien asustada, no te miento, me fui a llevarle los frijoles a Juaco y le conté todo el cuento, pero él no me paró bolas porque se puso a comer mientras veía un partido de repetición de la copa libertadores.

Juaco es de los que se duerme y no hay poder humano que logre despertarlo. Ese se acuesta a hacer siesta y te cuento que yo puedo invitar a la banda de guerra del ejército a tocarse el himno antioqueño ahí en la pieza y el verriondo de Juaco seguiría ahí dormido con la baba seca en el cachete. Porque también es baboso el Joaquín, bien baboso, aunque mirá algo curioso, sólo se babea en la siesta, de noche duerme impecable, como muerto. Y como muerto estaba el primer día que comencé a sentir la presencia sobrenatural. Fue una noche de Abril. Estaba lloviendo a cántaros y el viento hacía que los árboles se movieran con fuerza. Y eso era que sonaba el árbol bamboliandose de lado a lado y el truenero, y el viento en las celosías que silbaba agudo. Todos esos ruidos juntos y yo no pegaba el ojo, mientras el muy plasta de Juaco hasta roncaba. Fue esa misma noche, justo después del aguacero, que se manifestó por primera vez con unos ruidos que el que sepa alguna cosita de espantos, ahí mismo identifica: Ruido como de metales, como de cadenas arrastradas, voces, quejidos, de lo más miedoso que miatocado pues. Esa primera noche me la pasé toditica en vela, aunque los ruidos se terminaron como a los 15 minutos, justo cuando logré despertar al plasta de Juaco, que obviamente me regañó porque eso nueran sinó inventos míos, sugestión, por mantenerme viendo ese canal de porquerías y leyendo Agatha Christie y Edgar Allan Peo, así le dice el muy ignorante. Juaco se volvió a dormir ahí mismito, pero yo no pude pegar el ojo con ese susto tan terrible que tenía. Me alcancé a preguntar y todo si sí era verdad todo eso que oí, pero estaba tan segura, tan segura de que eso era sobrenatural, que ni riesgos mija que yo me dormía pa que me jalaran las patas o pa amanecer con el pelo lleno de trenzas, que quién me aseguraba a mí que era el espanto de esa pobre muchacha y no una bruja, o que la misma muchacha no fuera también bruja y que a falta de caballos me cogiera a mí a enredarme el pelo con la lidia que me da a mi tenerlo así organizaíto.

Eso fue un Viernes. El sábado vuelve y juega, los ruidos, los platos, las voces, y Juaco dormido y yo sin pegar el ojo. Pero el Domingo, el Domingo si fue que pasó lo que tenía que pasar. Eran como las 6:30pm y Juaco estaba como siempre sentado al frente del TV viendo fútbol cuando se fue la luz. Ese pobre quedó aburrido como una ostra, no se hallaba, tanto fue el desespero que me fue a buscar conversa, que qué más, que qué contaba, y yo no Juaco, llevo como 3 días sin dormir por esos ruidos tan miedosos, y le conté otra vez la historia de la muchacha y apenas terminé, se comienzan a oír otra vez los ruidos esos. Ay virgen María sí que me dio susto a mí eso. Las otras veces estábamos en el segundo piso y no se oía tanto, pero esta vez estábamos abajo y ahí sí que se oía todo patentico patentico. Ruidos de metales como cadenas arrastradas, platos, voces, y yo que me persigno y le digo a Juaco que oiga mijo, oiga y dígame si es que eso no es muy miedoso, y Juaco ya medio azarado me dice que eso tiene cara de entierro, eso tiene cara de Guaca, que seguro esa muchacha nos quiere mostrar algo y sale dizque buscando a ver de dónde vienen los ruidos. Yo obviamente iba pegada de él porque ni modo quedarme sola y aunque tenía una taquicardia terrible del susto, también tenía curiosidad, porque si sí era una guaca como decía Juaco, ahí sí olvídese de la mandinga pensión, los clubes de Flamingo y el crédito en la tienda de la esquina. Después de dar varias vueltas por la casa, nos dimos cuenta de que los ruidos venían de debajo de la escalera, precisamente la escalera, que tenía una pared en madera y donde había espacio suficiente para mucho oro y muchas joyas. Fuimos por el martillo y Juaco empezó a levantar tablas y yo a rezar el rosario, cuando destruyó un buen pedazo de la primera tabla me dijo que veía una lucecita, que iba a ver si hacía un hueco para meter la mano y yo santa maría madre de Dios… y él que ya me cabe el brazo, voy a ver qué encuentro y lo mete y me dice que cogió algo frío, metálico, como una jarra… y la saca… y no es de oro como nosotros creíamos sino de aluminio y está llena de chocolate. Y Juaco que vuelve a meter la mano y alguna presencia sobrenatural se la coge mi querida, se la agarra duro y él no acata a decir sinó: ¿en nombre de Dios quién eres? y él que pregunta y abajo que responden, quién más va a ser malparido, el vecino ratero hijueputa.

Ahora vivimos aquí en pedregal y no está mal, pero esa casita de Prado mi querida si fue el mejor vividero por el que hemos pasado Juaco y yo.

Comentarios

Anónimo dijo…
Como no va a creer uno en espantos, despues de mirar la foto de Poe que adorna en comienzo de "la Guaca".
Fueron algunas las noches en el "Rinconcito" donde, sentimos los ayyyyyyyy, y buuuuuu de uno que otro espanto.
Anónimo dijo…
Muy muy bueno. !Me alegró esta tarde de lluvia!
Abrazo fuerte hermano!
OCIOPINTORESCO dijo…
Gracias saimon por hacer que éstos pensamientos viajen tan lejos. Esperamos tu voto electrónico para las elecciones!
Camila Avril dijo…
Tomás, me reí muchísisisimo!! Confieso que algo me faltó en el final, pero me gustó, me gustó mucho!

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