John Jairo El Negro


    Solamente en Sonsón, cuando era un niño, John Jairo había podido ser aquello que desde lo más profundo de sus tripas había querido ser. Sólo a los niños se les permite vestirse como ahora se viste, hablar como ahora habla, gritar y maldecir.

    El inmenso dolor, el calor que se llevaba sus carnes, los pedazos de metralla que entraban tan fácilmente en su piel, en su ojo derecho. Y, como en un espejo, Zapata volando despedazado por los aires, pedazos del cuerpo de Zapata encontrándose en el aire con los pedazos del suyo, como aquella vez en que disparaban con los fusiles a papayas podridas.  Finalmente, los dos cuerpos de soldado explotado en el pasto quemado. Zapata había pisado la mina, y él se había muerto.

    Abrió su ojo. Estaba en un sitio muy blanco. Movió los dedos de su mano. Olía a alcohol y a carne quemada. Respiraba con dificultad. La luz de la lámpara sobre él era muy fuerte. Cerró su ojo.

    Había sobrevivido. El ojo derecho, la mano izquierda y la pierna  del mismo lado, hasta la rodilla, desaparecieron en el calor. Estuvo en largas jornadas de recuperación y fisioterapia. Aprendió a usar las muletas, el ojo de vidrio y una prótesis en la mano izquierda. Estaba vivo, pero se preguntaba si no hubiera sido mejor terminar como Zapata: muerto.

    Solo ahora es consciente de que si el pobre Zapata no hubiera pisado esa mina quiebrapatas, él nunca hubiera podido ser lo que siempre estuvo destinado a ser: John Jairo El Negro. Tras años de sentir pena por si mismo, un día entre broma y en serio, se puso un parche negro en el ojo. Siempre odió ese ojo sin voluntad y no quería verlo más. Al principio fue sólo eso. Pero al mirarse al espejo, su rostro de piel oscura, la barba descuidada y el parche: se descubrió.

    Mandó a hacer un garfio, para reemplazar esa prótesis inútil. Un amigo carpintero le hizo una pata de palo, las muletas se las regaló a un viejito que vivía cerca. En la minorista compró un loro y le enseñó todas las groserías que se sabía.

    Ahora grita y maldice a sus bucaneros en La Playa –con la Oriental-, vendiendo CD´s a los carros que se detienen en la luz roja. Es el Pirata que siempre quiso ser, desde sus días de infancia en Sonsón, el pirata de la ciudad anaranjada: John Jairo el Negro.

Comentarios

Anónimo dijo…
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
loperaja dijo…
muy bueno, no lo había promocionado!

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