CARIBE
Ayer le
vendí dos libros de mapas a un güevón de por la casa. Los saqué de la
biblioteca del colegio. Dije que quiubo, que venía de puras nostalgias, que pa
recordar mis épocas educativas. El portero es panita mío, yo le paso vídeos de
whatsapp y cosas así de vez en cuando. Las cochinadas que manda Sergio, el
mancito de la esquina arriba. Ese. Entonces entré y saludé a este y
al otro, todos extrañados, mirándome rayado, porque cuando yo estaba estudiando
me la pasaba más afuera que adentro, y ahora dizque caminando como si nada por
allá. Pero yo: "hola doctora", "qué más pues el cucho" y así fui llegando a la
biblioteca, busqué la parte de atlas y mapas y me robé dos bien grandes. Los
tiré por la ventana del baño y salí como si nada, en bombas, no fuera a ser que se me adelantara alguna chunchurria y los cogiera de la manga donde los había
tirado. Después pegué pa donde el marica este. Hacía días que me había dicho
que le consiguiera libros de mapas y el
muy faltón que quique no me los iba a recibir. Que cómo se me ocurría a mi
robarle a la biblioteca del colegio, que allá estudiaba la hija de él, a la que
mataron, que no fuera hijupeuta. Entonces yo le dije que dónde había comprado
esa piyama de madera que le quedaba muy bonita, y el marica entendió, me dio el
tevillegar y me cerró la puerta en la cara.
Yo salí
contento porque eso era lo que me faltaba pa sacar la moto de mi hermano Brayan
de los patios. Ese era el pasaje pal Caribe. Tránsito de Caribe, papi. Arranqué
como a las diez para allá, pero primero hablé con un primo que era el que me
iba a prestar el boquifrío pa la vuelta. Epa. Epa. Es que la moto había que
sacarla pa arreglar al malparido que le dio piso a mi hermano y pa ver si me
quedaba gustando y me le medía al cambio de “aptitud vocacional” como decía la
rectora. De robar a hacer vueltas más… más rentables. Llegué tipo once de la
matuta y la fila era la hijadeputa. Yo, vivo, vivo, a ver si veía algún
conocido o algo adelante y me podía meter en esa fila. Por ahí se oían truenos
y estaba ventiando duro, y si hay algo a lo que le tengo respeto yo es al sereno,
cosas de la cucha, creo. Ella sacaba a mi papá a escobazos de la casa cuando llegaba borracho a cascarle a ella o a alguno de nosotros, pero al
sereno, al sereno le huía como a la parca. Ahí fue que me ponché al Sudario, uno de los
amigos de mi hermano. Sizas, el alto. Ya está todo gordo, pero sigue teniendo esos
ojos de loco, esa narizota y ese olor ácido. Casi no lo convenzo de que yo era
yo, el man estaba como trabado, o es de
esos que ya siempre están perdidos, perdidos entre la gente que mataron o algo
así. El caso fue que me dejó meter. Golazo. Le conté que iba por la DT de
Brayan y él que cuál DT, entonces me di cuenta que mejor me quedaba
callado, que ese man quién sabe que ácido se había metido.
Entramos
como faltando cinco pa las doce. Yo, contento, pensando que la cosa era breve, y
toma, que los que van a pagar lo de patios, esta filita por aquí para que les
hagan la liquidación. Otra hijueputa fila men, qué vuelta. Pero yo pensaba en
la moto, y hágale. A las doce en punto salió un guineo, el más cuajo de todos,
el más armado, y cerró la puerta. Que vengan mañana, gracias. La gente afuera
putísima, ya estaba lloviendo como desde hace veinte minutos, una brisita muy
cacorrita, pero el frío era sabroso afuera. Alguien le dio un golpe fuerte a la
reja, y gritó: "malparidos", o "gonorreas", o algo así, pero en diez minutos la fila
no existía y los vendedores ambulantes de tinto, empanadas, jugos hit, pony
maltas y todo eso, se habían ido con ellos. Yo en la fila de la liquidación con el loco del Sudario. Entonces fue que me puse a pensar en una vez que Brayan y el Sudario
llegaron todos platudos a la casa de la cucha, todos filosos, todos amurados.
Yo tenía porai nueve o diez años. Ese día Brayan me pasó como doscientas
lucas, que pa que comprara una muda nueva y pa que le comprara algo a la cucha
y a Aleja. Yo no me atreví a preguntarle nada, pero supe de dónde era que había
sacado esas indias apenas lo ví. Pa mi que Brayan se murió ese día. No, ah, vos
si sos marica, no, a él lo mato un tombo hijueputa hace seis meses. A vos esa
cripy te coge con toda.
Después de
otro rato largo llegué a la taquilla. Fotocopia de los papeles de la moto.
Nada, los tengo originales. No caballero, se necesita es una fotocopia. Y saque
copia de la cédula también, que se la piden adentro. Allá mismo puede sacarla y después viene por un ladito, que yo lo atiendo. Yo lo miraba más feo que un putas, ahí mismo tenía una
fotocopiadora esa gonorrea, ahí, a la mano, pero no, esos manes parece que les
pagaran por hacer todo más lento, más puto. Arranqué para adentro y saqué las
malparidas fotocopias. Me atendió una catana tetona que se agachaba un montón y
pelaba esas lactantes duro, yo sano, pero guardando el pantallazo pa después.
Vos sabés. Volví donde el de la liquidación y me puso a esperar como diez
minutos. Cuando vio que yo ya estaba como olla de presión, me hizo un señita
con las cejas y un movimiento de cabeza pequeñito. Increíble un bobo de esos
tener tanto poder por estar detrás de una ventanilla.
A los
cinco minutos ya estaba en la fila del banco. Y como es que aparece el Sudario
gritando, ey, el hermanito de Brayan, mijo, qué dice panita, tiempo sin verlo.
Lo Patió ese tusi duro, porque era otro. ¿Me va a meter? Tengo que salir rápido
de aquí, parcerito, saco esa moto y parto, parto calaveras, oye. ¿Usted qué?, locura,
¿juicioso? Mentiras, qué va a ser juicioso un hermano de Brayan, esa gonorrea
estaba solo pa hacer vueltas, pa meter el bochim donde no se podía, pa hablar
mierda cuando había que estar serio, pa cuanta cosa. Si no nos lo bajan, lo
tumbaba una venérea, porque no he visto un malparido pa gustarle una piquiña
como a Brayan. Yo lo oía y me iba emputando, porque qué tenía que hacer un
amigo de mi hermano hablando tanta mierda. Y porqué se reía así, agudo, pero
con gargajos interiores, como si por dentro no tuviera sino eso, moco. Pero a
la vez yo pensaba que desde esa noche mi hermano se había vuelto una gonorrea.
Solo ese día llevó plata a la casa, de resto se metía todo lo que ganaba. No le
dio a mi mamá un peso pal tratamiento de la hernia, la dejó hacer filas peores
que esta en la EPS, de aquí para allá, con ese dolor tan malparido, y él
forrado en las lucas. Ni a mi hermanita ni a mi nos volvió a hablar. Si mucho
pa que le fuéramos a comprar ron a la tienda de la esquina, de resto nada. En esas
se fueron como cuarenta y cinco minutos, ese man hablando y hediendo, porque
qué malparido pa oler feo y yo pensando en mi hermano.
Alomenos
dejó la DT, así me haya tocado robar hasta en la bilbioteca del colegio pa
sacarla de esta mierda. Que vaya al sótano a reclamar el paz y salvo. Otra fila,
y yo pensaba en mi mamá. El Sudario como que consiguió un parcero más adelante porque salió en quince minutos, sin despedirse. Yo pensaba en la puta hernia de mi mamá, la hernia por estar haciendo fuerza cada vez que Brayan se
perdía dos o tres días. Fuerza pa que no lo encanaran, pa que no lo mataran.
Con el plato en la mesa siempre pa ese perro, esperándolo hasta el día en que le
dieron piso. Hasta el día en que por fin le tocó la mala y tuqui tuqui lulú,
chao gonorrea. Se le comió a la esposa a un tombo del barrio, es que aparte de
malo era bruto el malparido. Ahí la cucha se mejoró de la hernia, yo digo que
la lloró toda, porque de lo que era no quedó nada. Ni el sereno la había puesto
tan mal. En esas llegué a la taquilla y me dieron el papelito que me hacía
falta pa ir por la moto.
Cuando
llegué a la casa eran como las seis y media, la cucha acabada de llegar
de trabajar y ya estaba poniendo a calentar una sopa. Cuando me vio me preguntó
que cómo me había ido, yo le dije que bien. Me dijo también que me había
llamado el primo que te conté, el que me iba a prestar aquello. Yo le dije que si me volvía a llamar esa gonorrea, le dijera que yo ya no vivía ahí, que me había ido para Urabá
a trabajar.
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