CARIBE

Ilustración: Nicolás Muñoz - Instagram: Neekou

Ayer le vendí dos libros de mapas a un güevón de por la casa. Los saqué de la biblioteca del colegio. Dije que quiubo, que venía de puras nostalgias, que pa recordar mis épocas educativas. El portero es panita mío, yo le paso vídeos de whatsapp y cosas así de vez en cuando. Las cochinadas que manda Sergio, el mancito de la esquina arriba. Ese. Entonces entré y saludé a este y al otro, todos extrañados, mirándome rayado, porque cuando yo estaba estudiando me la pasaba más afuera que adentro, y ahora dizque caminando como si nada por allá. Pero yo: "hola doctora", "qué más pues el cucho" y así fui llegando a la biblioteca, busqué la parte de atlas y mapas y me robé dos bien grandes. Los tiré por la ventana del baño y salí como si nada, en bombas, no fuera a ser que se me adelantara alguna chunchurria y los cogiera de la manga donde los había tirado. Después pegué pa donde el marica este. Hacía días que me había dicho que le consiguiera libros de mapas y el muy faltón que quique no me los iba a recibir. Que cómo se me ocurría a mi robarle a la biblioteca del colegio, que allá estudiaba la hija de él, a la que mataron, que no fuera hijupeuta. Entonces yo le dije que dónde había comprado esa piyama de madera que le quedaba muy bonita, y el marica entendió, me dio el tevillegar y me cerró la puerta en la cara.

Yo salí contento porque eso era lo que me faltaba pa sacar la moto de mi hermano Brayan de los patios. Ese era el pasaje pal Caribe. Tránsito de Caribe, papi. Arranqué como a las diez para allá, pero primero hablé con un primo que era el que me iba a prestar el boquifrío pa la vuelta. Epa. Epa. Es que la moto había que sacarla pa arreglar al malparido que le dio piso a mi hermano y pa ver si me quedaba gustando y me le medía al cambio de “aptitud vocacional” como decía la rectora. De robar a hacer vueltas más… más rentables. Llegué tipo once de la matuta y la fila era la hijadeputa. Yo, vivo, vivo, a ver si veía algún conocido o algo adelante y me podía meter en esa fila. Por ahí se oían truenos y estaba ventiando duro, y si hay algo a lo que le tengo respeto yo es al sereno, cosas de la cucha, creo. Ella sacaba a mi papá a escobazos de la casa cuando llegaba borracho a cascarle a ella o a alguno de nosotros, pero al sereno, al sereno le huía como a la parca. Ahí fue que me ponché al Sudario, uno de los amigos de mi hermano. Sizas, el alto. Ya está todo gordo, pero sigue teniendo esos ojos de loco, esa narizota y ese olor ácido. Casi no lo convenzo de que yo era yo, el man estaba como trabado, o es de esos que ya siempre están perdidos, perdidos entre la gente que mataron o algo así. El caso fue que me dejó meter. Golazo. Le conté que iba por la DT de Brayan y él que cuál DT, entonces me di cuenta que mejor me quedaba callado, que ese man quién sabe que ácido se había metido.

Entramos como faltando cinco pa las doce. Yo, contento, pensando que la cosa era breve, y toma, que los que van a pagar lo de patios, esta filita por aquí para que les hagan la liquidación. Otra hijueputa fila men, qué vuelta. Pero yo pensaba en la moto, y hágale. A las doce en punto salió un guineo, el más cuajo de todos, el más armado, y cerró la puerta. Que vengan mañana, gracias. La gente afuera putísima, ya estaba lloviendo como desde hace veinte minutos, una brisita muy cacorrita, pero el frío era sabroso afuera. Alguien le dio un golpe fuerte a la reja, y gritó: "malparidos", o "gonorreas", o algo así, pero en diez minutos la fila no existía y los vendedores ambulantes de tinto, empanadas, jugos hit, pony maltas y todo eso, se habían ido con ellos. Yo en la fila de la liquidación con el loco del Sudario. Entonces fue que me puse a pensar en una vez que Brayan y el Sudario llegaron todos platudos a la casa de la cucha, todos filosos, todos amurados. Yo tenía porai nueve o diez años. Ese día Brayan me pasó como doscientas lucas, que pa que comprara una muda nueva y pa que le comprara algo a la cucha y a Aleja. Yo no me atreví a preguntarle nada, pero supe de dónde era que había sacado esas indias apenas lo ví. Pa mi que Brayan se murió ese día. No, ah, vos si sos marica, no, a él lo mato un tombo hijueputa hace seis meses. A vos esa cripy te coge con toda.

Después de otro rato largo llegué a la taquilla. Fotocopia de los papeles de la moto. Nada, los tengo originales. No caballero, se necesita es una fotocopia. Y saque copia de la cédula también, que se la piden adentro. Allá mismo puede sacarla y después viene por un ladito, que yo lo atiendo. Yo lo miraba más feo que un putas, ahí mismo tenía una fotocopiadora esa gonorrea, ahí, a la mano, pero no, esos manes parece que les pagaran por hacer todo más lento, más puto. Arranqué para adentro y saqué las malparidas fotocopias. Me atendió una catana tetona que se agachaba un montón y pelaba esas lactantes duro, yo sano, pero guardando el pantallazo pa después. Vos sabés. Volví donde el de la liquidación y me puso a esperar como diez minutos. Cuando vio que yo ya estaba como olla de presión, me hizo un señita con las cejas y un movimiento de cabeza pequeñito. Increíble un bobo de esos tener tanto poder por estar detrás de una ventanilla.

A los cinco minutos ya estaba en la fila del banco. Y como es que aparece el Sudario gritando, ey, el hermanito de Brayan, mijo, qué dice panita, tiempo sin verlo. Lo Patió ese tusi duro, porque era otro. ¿Me va a meter? Tengo que salir rápido de aquí, parcerito, saco esa moto y parto, parto calaveras, oye. ¿Usted qué?, locura, ¿juicioso? Mentiras, qué va a ser juicioso un hermano de Brayan, esa gonorrea estaba solo pa hacer vueltas, pa meter el bochim donde no se podía, pa hablar mierda cuando había que estar serio, pa cuanta cosa. Si no nos lo bajan, lo tumbaba una venérea, porque no he visto un malparido pa gustarle una piquiña como a Brayan. Yo lo oía y me iba emputando, porque qué tenía que hacer un amigo de mi hermano hablando tanta mierda. Y porqué se reía así, agudo, pero con gargajos interiores, como si por dentro no tuviera sino eso, moco. Pero a la vez yo pensaba que desde esa noche mi hermano se había vuelto una gonorrea. Solo ese día llevó plata a la casa, de resto se metía todo lo que ganaba. No le dio a mi mamá un peso pal tratamiento de la hernia, la dejó hacer filas peores que esta en la EPS, de aquí para allá, con ese dolor tan malparido, y él forrado en las lucas. Ni a mi hermanita ni a mi nos volvió a hablar. Si mucho pa que le fuéramos a comprar ron a la tienda de la esquina, de resto nada. En esas se fueron como cuarenta y cinco minutos, ese man hablando y hediendo, porque qué malparido pa oler feo y yo pensando en mi hermano.

Alomenos dejó la DT, así me haya tocado robar hasta en la bilbioteca del colegio pa sacarla de esta mierda. Que vaya al sótano a reclamar el paz y salvo. Otra fila, y yo pensaba en mi mamá. El Sudario como que consiguió un parcero más adelante porque salió en quince minutos, sin despedirse. Yo pensaba en la puta hernia de mi mamá, la hernia por estar haciendo fuerza cada vez que Brayan se perdía dos o tres días. Fuerza pa que no lo encanaran, pa que no lo mataran. Con el plato en la mesa siempre pa ese perro, esperándolo hasta el día en que le dieron piso. Hasta el día en que por fin le tocó la mala y tuqui tuqui lulú, chao gonorrea. Se le comió a la esposa a un tombo del barrio, es que aparte de malo era bruto el malparido. Ahí la cucha se mejoró de la hernia, yo digo que la lloró toda, porque de lo que era no quedó nada. Ni el sereno la había puesto tan mal. En esas llegué a la taquilla y me dieron el papelito que me hacía falta pa ir por la moto.

Cuando llegué a la casa eran como las seis y media, la cucha acabada de llegar de trabajar y ya estaba poniendo a calentar una sopa. Cuando me vio me preguntó que cómo me había ido, yo le dije que bien. Me dijo también que me había llamado el primo que te conté, el que me iba a prestar aquello. Yo le dije que si me volvía a llamar esa gonorrea, le dijera que yo ya no vivía ahí, que me había ido para Urabá a trabajar. 

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