CUENTO CHINO PARTE II


Una doble disculpa a mis lectores: La primera, por la demora para publicar la ultima parte del Cuento Chino. La segunda, una disculpa/justificación: Resulta que el cuento está listo hace tiempo, pero no lo he publicado porque en el proceso de escribirle final resultó que se me trocaron los cables, hubo una explosión leve (tipo papa bomba) y no hubo más que hacer. Resultó que un personaje que parecía marginal, se volvió principal, y desenvolvió todo. No es culpa mía eso de que los personajes me ganen el pulso y terminen el cuento por la mitad y no por el final, pero si es culpa mía haberlo publicado sin que estuviera terminado. Sin que la parte I fuera definitivamente la I, la II la II y la III la III. Sorry. Esta es entonces la parte dos del cuento Chino. Tal vez la más china de las partes. Y la que ustedes leyeran como la parte II es realmente la III. Sin más enredos, va el Cuento Chino completo.

***

Yo me llamo como me llamo y por los negocios que manejo mejor no les cuento. Mis asuntos son bien variados, aunque en general más bien turbios. Cosas para las que ya la gente sabe que yo me apunto. Transporte de mercancía contrabandiada, transporte de tropa armada, (paras, ejercito, guerrilla, narcos, todos), transporte de carga ilegal, básicamente. En la vida tengo poco: Una casa, una hamaca, un TV pantalla plana de 32 pulgadas y la mechita, una lancha de madera pintada de rojo que tiene el escudo del América de Cali en el lado derecho con las 12 estrellas completas.

Con los Chinos empecé a trabajar hace 2 años. Me contactó un chino barrigón que siempre está sudando. Casi por señas, porque el español del chino no es muy bueno, me propuso el negocio en el que yo no tenía que hacer mucho. La idea era transportar a Buenaventura un grupo de 10 o 12 chinos cada que ellos me llamaran. De día o de noche, en cualquier momento me llamaban y yo recogía los chinos en la mechita y los dejaba sanos y salvos en una playa a unos kilómetros de Buenaventura.

Un día, un maldito día no se porqué, me dio por averiguar qué hacían con los chinos después de que yo los dejaba sanitos en la playa. Después de dejarlos, di la vuelta y salí como siempre otra vez como para Juradó, pero en vez de seguir a mi casa a ver televisión toda la noche, me tuve que poner a averiguar cosas que no me importaban. Dejé la mechita por ahí escondida y me interné en la selva siguiendo las pisadas de los chinos. Como a los 10 minutos encontré una casa blanca con techo de zinc. El lote estaba muy solo, no veía ningún chino, no oía ningún chino, algo extraño porque 12 chinos hacen bulla. Tienen que hacer bulla. Ya la tarde caía y entre las sombras era difícil que alguien viera un negro como yo. Avancé otro rato y miré por la ventana. Yo he visto cosas horribles en mi vida. Muertos, he visto muertos abaleados, apuñalados, alguna vez vi como le cortaban la mano a alguien peleando con machetes, pero ésto era sin duda lo más atroz que habían visto mis ojos. Pongo a mi difunta esposa de testigo que no le miento cuando le digo que Todos los chinos, menos el panzón sudoroso y el de la mirada esquiva, estaban tirados en el piso de la habitación empelota con una herida desde el cuello hasta el la barriga baja. Las cabezas estaban abiertas en dos también. Los habían vaciado. Parecían vacas tal y como las cuelgan en los mataderos. Sólo carne. Al fondo cinco neveras. En el medio de la habitación una mesa como de hospital donde seguramente les sacaban las entrañas a los chinos. No había nadie y sólo se oía el run run de las neveras. Salí corriendo y no comí nada en 10 días.

En el período en el que esperaba la nueva llamada de los chinos me averigüé cómo era el negocio de los chinos. De algo sirven las malas amistades. Contrataban un carnicero de Buenaventura que les sacaba los órganos a los chinos y los metían en las neveras para llevarlos, tal y como les habían prometido, a Estados Unidos. Allá terminaban repartidos por todo el país, pero nunca mandaban ni un dólar a sus familias. Los dólares terminaban en los bolsillos de los traficantes.

Yo se que he sido malo, que mis negocios son tan oscuros como ésta noche. Se que en la mechita he transportado paramilitares con sierras y guerrilleros con pipetas. Se que la droga siempre viene untada de sangre. Yo se que sí. Pero mi conciencia no pudo con la tranquilidad de esos chinos mientras llevaban a sus compatriotas a una muerte horrible. Mi conciencia no pudo con la tranquilidad de los 18 chinos que miraban las palmeras en la costa mientras jugueteaban con el viento como sólo juguetean las palmeras con en viento en las playas de mi pacífico sin saber que en unas horas los iban a cortar derecho desde la cabeza al estómago bajo y les iban a sacar todo de adentro.

Comentarios

Anónimo dijo…
excelente cuento tomo, no se por qué la gente no comenta para felicitarlo, seguro es por lo inesperado de la historia intermedia. Hay que mandarlo a Pirry-Los amigos de Bart que ahora anda en esa modita del tráfico de órganos.

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